La reflexión y los «papers» de 140 caracteres.

Ilustra el post una imagen de una obra de Bansky.

El marketing ha invadido la ciencia. Esto no es malo. Se ha destacado la importancia y el impacto de una comunicación adecuada a las audiencias. Esto no es malo. La verdad es que no soy quizá la persona que deba hablar de estos temas, pero es mi opinión y ahí la dejo por si acaso fuese de utilidad.

Lo malo es que hemos confundido las herramientas con el producto final, creo yo. La idea de captar audiencias para hacer promoción de la salud consistía en que esas audiencias, al final del día fuesen un poco más doctas en el tema a tratar. Para ello había que usar herramientas que enviasen de forma rápida y llamativa el o los mensajes fundamentales a la mayor cantidad posible de personas de una población más o menos sectorizada.

Bien.

El segundo objetivo importantísimo era captar la atención y despertar la curiosidad del mayor porcentaje posible de personas respecto a un tema de interés para que aprendiesen algo más y profundizasen sus conocimientos.

Tengo la sensación de que hemos aprendido muy bien la primera parte pero hemos olvidado la segunda. Con el problema añadido de la falta de memoria que parece atenazar esta sociedad, los eslóganes se olvidan al poco tiempo o no se les presta la importancia debida.

Es verdad que lo audiovisual llega más fácilmente a las personas y que además, muchas veces, como es el caso del podcast, permite hacer otras cosas mientras se recibe la información. Pero para interiorizar un conocimiento se necesita tiempo de reflexión, me atrevería a decir que se necesita información escrita y tiempo para leerla, para pensarla, para meditarla.

Sin reflexión no hay conocimiento posible.

Era esta la gran diferencia entre estudiar todos los días un poco o darse el atracón antes del examen. Cuando no se dedicaba tiempo al aprendizaje se perdía algo importante del conocimiento y éramos estudiantes menos sabios, más ignorantes en esa asignatura. Perversamente además solían ser las que menos nos gustaban y más nos aburrían con lo cual nos apresurábamos a olvidarlas.

Una buena parte de la excelencia en ciencia se genera estudiando, estudiando mucho. Ahora bien, si se concibe el hospital como una mera empresa de servicios sanitarios realmente el estudio queda relegado a las instituciones de investigación en salud que nos darán las pautas para dar valor o atender mejor a nuestros pacientes. Así parece que el investigador debe ser quien estudie y sea creativo, el profesional asistencial “pico y pala”, esto no me los estoy inventando, lo estoy oyendo con cierta frecuencia disfrazado incluso de discurso fruto de la preocupación por el bien de la sociedad. De la misma forma que como un mantra se repite que los cuidados de los pacientes son cosa de la enfermería y el diagnóstico y tratamiento de los médicos… ¡qué errores! La medicina sin reflexión, sin estudio no es medicina, como tampoco es medicina si se le quitan los cuidados, esto desnaturaliza su esencia.

Los hospitales, los centros de salud, los servicios de salud son y deben ser instituciones u organizaciones del conocimiento cuyo activo principal sean sus profesionales y sus conocimientos actuales y futuros. Y de hecho, sólo el conocimiento profundo de una materia te convierte en un buen comunicador, capaz de simplificar la información para hacerla accesible a personas con un nivel menor de conocimientos. Hay que atraer la atención de los ciudadanos sobre promoción de la salud y educación para la salud, hay que captarlos pero además hay que formarlos, hay que educarlos, no venderles eslóganes pegadizos que realmente no dicen nada.

Y luego, si ya se analizan los discursos, muy a menudo son discursos vacíos que repiten machaconamente los mottos de moda en el momento, medicina basada en valor, medición de resultados en salud, PROM, PREM, lo que sea centrado en el paciente… Y si bien la esencia de esos conceptos es correcta y el ponente en general tiene el corazón en su sitio falta contenido y los congresos o jornadas se convierten en una repetición insistente de los mismos términos desde supuestos puntos de vista distintos. Cuando se hacen preguntas y se comparten dudas en general la respuesta es vaga y no ofrece soluciones. Probablemente porque nadie sabe realmente las respuestas.

Necesitamos llenar de contenido nuestros discursos, necesitamos divulgar ciencia no vender humo y para ello necesitamos recuperar la rigurosidad de las ciencias de la salud. Y en medio de esta situación, perplejos y esperanzados se encuentran nuestros pacientes, nuestros ciudadanos buscando respuestas a preguntas trascendente… y nosotros también perplejos no sabemos qué respuestas podemos darles. Porque antes de nada debemos estudiar el problema, definir experimentos y obtener resultados, analizar los resultados y generar nuevas hipótesis, necesitamos crear contenidos científicos en temas tan esenciales como el valor o los resultados en salud.

Se ha puesto de moda en los congresos hacer las presentaciones exprés de tres minutos, bajo la premisa de que un buen comunicador tiene tiempo de sobra para trasmitir un mensaje en tres minutos. Pero un trabajo científico no tiene que trasmitir un mensaje, trasmite muchos y trasmite sobre todo muchas dudas y muchas incertidumbres, que quizá alguien de la audiencia, si se pudiesen explicitar las ideas, tendría respuestas o indicios útiles. Estamos convirtiendo los congresos y jornadas científicas en un market place desestructurado pero vistoso, no en un lugar de intercambio de conocimientos. Las no tan nuevas tecnologías de la comunicación han desnudado nuestro discurso de los elementos fundamentales del método científico, la discusión de las hipótesis con los datos para llegar a conclusiones.

Iniciativas rigurosas como PRISMA nos dicen cómo comunicar en un artículo científico los datos necesarios e informativos del trabajo y luego las revistas científicas limitan los caracteres de forma demencial obligando a deformar los títulos y los resultados de los artículos para adaptarse a su «formato». Formato que por otro lado es arbitrario y no se justifica por ninguna razón de peso.

Las cosas no se debaten en 140 caracteres ni en un “elevator speech”. Estas son herramientas que como mucho permiten captar la atención de un inversor o de un ciudadano, para eso fueron concebidas y sin embargo, confundidos las manejamos como si fuesen la forma correcta de comunicarnos como científicos.

Ojalá me equivoque.

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